domingo, 29 de mayo de 2016

La campaña caribeña

    Más que por la fuerza, nos dominan por el engaño - Simón Bolívar

      Según se acercan las elecciones y con ellas las posibilidades de Unidos - Podemos de llegar al poder, a algunos de esos que jamás se preocuparon por lo que ocurría más allá de su barrio pijo, les ha entrado de repente un ataque de conciencia social, que les lleva a desvelarse por las miserias y tribulaciones que sufren los habitantes del otro lado del charco. Conste que muy lejos de defender a un botarate como Maduro, el post de hoy pretende esclarecer con datos objetivos y de una vez por todas, las causas que llevaron a Hugo Chávez y a sus bolivarianos seguidores al poder en Venezuela. La aclaración es pertinente en un PPaís como el nuestro en el que todo lo que no sea PP, es ETA y además si quieres romper con estos 35 años de saqueo, te acusan de dictatorial comunista bolivariano y antisistema.


     Hugo Chávez no cayó de un cocotero, ni salió de una ostra caribeña como si fuera una perla. Chávez alcanzó el poder tras ganar las elecciones en 1999 por una abrumadora mayoría, tras una cadena de presidentes extremadamente corruptos. Durante décadas en Venezuela se alternaron en el poder los dos principales partidos del país, COPEI, el equivalente a nuestro PP y Acción Democrática, de corte socialdemócrata. Justo los 10 años anteriores a la elección de Chávez, ambos partidos ocuparon el poder con dos pájaros de cuidado: Rafael Caldera por COPEI y Carlos Andrés Pérez por AD. Comenzando por este último, Pérez ya había presidido el país entre 1974 y 1979, con un favorable escenario de altos precios del petróleo, políticas expansivas de servicios públicos y nacionalizaciones sin control que comenzaron a desarrollar el germen de la corrupción. Carlos Andrés Pérez fue reelegido en 1989, en un escenario menos favorable. Los precios del crudo por los suelos, obligaron a Pérez a privatizar lo nacionalizado y eliminar los subsidios. Esta situación originó una revuelta popular conocida como "el Caracazo", que el gobierno neutralizó suspendiendo las garantías constitucionales y restableciendo el orden con la intervención del ejército, hecho que ocasionó un número de muertos aún sin determinar, dada la censura informativa que Pérez impuso. Algunas fuentes cifran los muertos en más de 500 y unos 2000 desaparecidos. Los recortes ecónomicos hundieron sectores estratégicos y empobrecieron a gran parte de la población, a la par que la corrupción se expandía como un cáncer por el país y con total impunidad. Carlos A. Pérez fue destituido y procesado antes del fin de su mandato por corrupción y malversación de fondos públicos.

     Tras unos meses con dos presidentes provisionales, resultó electo Rafael Caldera, líder de Convergencia, un remake ultra-conservador de su anterior partido Acción Democrática y por el que Caldera había sido presidente entre 1969 y 1974. Su primer mandato se desarrolló entre protestas estudiantiles, la consolidación del bipartidismo y una hábil y oportunista legalización del Partido Comunista que desactivó a los movimientos guerrilleros. Durante su segundo periodo al frente del país, entre 1994 y 1999, Caldera, lejos de acabar con la corrupción, se mostró incapaz de neutralizarla o castigarla. Aplicó las recetas que el FMI le dictaba en medio de una grave crisis financiera que culminó con la intervención de varios bancos y gobernó favoreciendo a unas élites políticas que se enriquecían en sucios negocios en el extranjero, con la excusa de atraer inversiones y que acabaron de esquilmar el país.

     Esta historía, es la verdadera razón de que el Chavismo llegara al poder en Venezuela. Décadas de elitismos, corrupciones y decepciones políticas en uno de los países más ricos del mundo y a la vez más empobrecidos. Posiblemente Maduro no es el gobernante que necesita el país en este momento, pero Capriles, L. López y Ledezma, herederos políticos de los corruptos y que, en connivencia con la UE y EEUU, mantienen desabastecido el país y al borde de un enfrentamiento civil, tampoco. Con todo esto, los PPajarracos, Rivera y en ocasiones Pedro Sánchez, están perdiendo una magnífica oportunidad para callarse. 

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