domingo, 13 de septiembre de 2015

¿Refugiado o inmigrante...?

     Europa no debería tener tanto miedo de la inmigración: todas las grandes culturas surgieron a partir de formas de mestizaje - Günter Grass

     Comenzaba el verano viendo como el gobierno de los PPajarracos, entre otros gobiernos de la derecha europea, regateaban el número de refugiados que iban a acoger en nuestro territorio en base a la situación económica del país, a pesar de vendernos la falsa salida de la crisis y en base a la procedencia o condición de las personas que incipientemente llegaban a la UE. Pero ya se sabe, en Europa los tiempos son lentos y el problema ha ido creciendo a medida que avanzaba el verano. Miles de personas llegaban a Italia desde Libia y a Grecia desde Turquía y todos con un fin común, alcanzar los países del norte de Europa para instalarse allí y comenzar una nueva vida.
 
 
     En esta diáspora, son incontables las vidas que se han quedado en el Mediterráneo, pero ha bastado una fotografía de un niño muerto en una playa turca, para que nuestros insensibles gobernantes se hayan unido a la importante ola de solidaridad ciudadana que ya recorría Europa. A raíz de esa fotografía, algo se removió en la UE, que ha decidido distribuir en cuotas a 160.000 refugiados sirios y en menor medida, algunos eritreos e iraquíes que huyen de sus guerras. Salvo Eslovaquia, Chequia, Polonia y la ultra Hungría, todos los gobiernos han aceptado de buen grado la cuota que les ha correspondido y como no, nuestro Rajoy no iba a ser menos. Si en junio nuestro gobierno apoyaba las tesis del ultra Orban, ahora los de Rajoy se alinean con una neo-PProgre Merkel. Si hace dos semanas ViceSoraya hablaba de acoger a 2.000 personas como gran esfuerzo solidario, ahora la misma Soraya se muestra encantada con acoger a 14.931 refugiados sirios y, además, pone orden entre los ministros como Fernández Díaz, que intentan meter miedo con el yihadismo. Incluso García Albiol, que en la campaña electoral de 2011 presentaba un juego para cazar inmigrantes, ahora se muestra dispuesto a acoger y ayudar. Parece que en su día caló hondo en los de la secta aquel hipócrita lema navideño del franquismo de "Ponga un pobre en su mesa" y que dio lugar a la satírica película Plácido de Berlanga.
 
 
     En este reparto quedan fuera miles de personas que han llegado de Afganistán, Paquistán y la mayoría de los países africanos, pues en dichos países no hay conflictos armados declarados oficialmente. A estos no se les da la categoría de refugiados, pues solo huyen del hambre y de algunos grupos terroristas menores, lo que les incluye en el grupo de inmigrantes económicos y es que en esta putrefacta UE, hasta para ser refugiado hay clases. Huir de las bombas de Al-Asad o de ser decapitado por ISIS, te da categoría de refugiado y convierte en lamentables las concertinas en las fronteras de Hungría. Por el contrario, si sólo huyes de las hambrunas en Somalia, del ébola en Guinea-Conakry o de ser asesinado por Boko Haram en Nigeria, perteneces al sub-grupo de los inmigrantes económicos y en este caso, las concertinas de Melilla son un útil elemento disuasorio.
 
     Todos, inmigrantes y refugiados, son personas que huyen de la muerte y necesitan ayuda. ¿De verdad es necesario distinguir entre unos y otros para escatimar un puñado de euros?

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