domingo, 27 de noviembre de 2016

Ni pena, ni respeto

     Incierto es el lugar donde te espera la muerte, espérala pues en todo lugar. - Séneca.

     Aún a riesgo de que el sinvergüenza de Rafa Hernando y sus compañeros de secta me metan en el grupo de los cainistas o hienas, hoy me dispongo a expresar el por qué la muerte de la Barberá no me dio pena, ni el personaje, viva o muerta, me merece ningún respeto. Rita murió rodeada de lujos en un céntrico hotel madrileño y por causas naturales, muy lejos de los niños que mueren de hambre o por algún bombardeo y en bastante mejor posición que los que se han suicidado por los desahucios o Rosa, la anciana que murió en el incendio de su casa tras cortarle la luz. Toda esta gente si son dignos de pena, pues la vida les ha torturado hasta sus últimos momentos, pero la Barberá, que ha vivido como un cura hasta el final, embolsándose sueldos públicos sin dar un palo al agua y que en los últimos meses utilizó el Senado como excusa para zafarse de la justicia, de pena nada.


     En cuanto al respeto, hay que ganárselo en vida y Rita Barberá no hizo nada para ganarse el respeto, más bien todo lo contrario, pues su vida pública ha sido una concatenación de faltas de respeto a los valencianos en particular y a los españoles en general. Burlas a las víctimas del accidente del metro de Valencia, acosó a los vecinos del Cabanyal, despilfarró el dinero público, estaba en todos los ajos de la corruPPción valenciana y se negó a entregar el bastón de mando al legítimo Alcalde de Valencia Joan Ribó. Con este currículum, la Barberá, no merecía, no ya un minuto, ni siquiera un segundo de respetuoso silencio por mucho que sus ex compañeros de banda, que en la apertura de la legislatura ni la saludaban, ahora la quieran santificar, acuciados por un repentino cargo de conciencia. Tal es la mala conciencia de los de la gaviota, que además de acusar a medios y políticos de llevar a la tumba a Rita, están pensando en relajar aún más, su casi inexistente lucha contra la corruPPción. Es curioso, que en uno de los países más corruptos del mundo, los principales sospechosos del latrocinio, decidan rebajar la vigilancia contra esta lacra, aprovechando la muerte de una de sus distinguidas PPresuntas.

     Por suerte y tras los golpes de pecho de los PPajarracos, en cuatro días lo de la Barberá solo será historia y pasará a engrosar las estadísticas de como el sobrepeso, el tabaco o el estrés, aumentan el riesgo de infarto. 


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