Desde el punto de vista de alguien al que no le gusta el fútbol, asisto atónito a las celebraciones y casi histeria colectiva que se produce cada vez que uno de nuestros grandes equipos consiguen una gesta deportiva. Gritos, carreras, fotos, pasodobles o disfraces más o menos conseguidos, todo ello magnificado por unos medios de comunicación que conscientes o no, convierten en un insufrible circo cualquier hecho, aún siendo extra-deportivo, de jugadores, entrenadores o directivos, durante varios días antes y después del partido. No importa si Messi ha sido condenado en firme. ¡Que más da si Cristiano está siendo investigado por fraude fiscal! No pasa nada si el capo, Florentino, se llevó cientos de millones de dinero público por su indecente y fallido proyecto Castor. Para la masa embrutecida, sólo importan los goles y los títulos y si por las "fechorías" económicas de sus ídolos un enfermo se queda sin Sovaldi o una prometedora estudiante pierde la beca, es un mal menor. Para muchos, por desgracia, siempre es más gratificante ver al más bien poco leído Sergio Ramos fingir que torea, que al hoy desaparecido Juan Goytisolo leer un fragmento del Quijote cuando en 2.014 recibió el Cervantes.
Antes y después de estos circos y siguiendo escrupulosamente las enseñanzas de los emperadores romanos, gobiernos de todo pelaje y ámbito, ofrecen el pan. Planes de empleo locales que ofrecen contratos de tres meses, bajada en la cotizaciones para que explotadores de chiringuito contraten camareros y pinches con sueldos indignos o legislaciones que facilitan los contratos de diez horas semanales, conocidos en todo el mundo, salvo en España, como mini-jobs. Pseudo empleos mega PPrecarios, que permiten a nuestro infame gobierno retorcer los datos del paro y extender una más de sus numerosas mentiras sobre recuperación y empleo. Sólo un dato para todos aquellos que han vivido la duodécima del Madrid como si les hubiera tocado la primitiva. Mientras ellos participaban del circo, con unas Lager del DIA y unas pipas Facundo en el salón de su casa, el emérito Juan Carlos y el PPresunto corruPPto Rajoy, viajaron en primera clase, junto a la Cifu, Carmena y Villar para ir a darse un homenaje de exquisitos canapés, vinos y cervezas al palco de Cardiff y todo ello pagado con el dinero de todos.
Nada ha cambiado desde las copas de Europa del Madrid de Di Stefano con Franco en el poder. Miles de aficionados abducidos por el espectáculo, jalean a unos ídolos, que en el fondo se ríen de ellos, mientras los fascistas de Madrid o de Orense, aprovechando la distracción del pueblo, nos siguen robando hasta el último Euro. Triste futuro el de esta España por siempre cañí.
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